El paso de ronda y las torres que conforman la muralla carolingia de Girona constituyen un mirador privilegiado desde donde contemplar la ciudad.
A finales del S. XIX, las murallas de Girona perdieron toda su importancia defensiva y se convirtieron en un obstáculo para la expansión de la ciudad. Este hecho condujo al derribo de muchos tramos de la muralla, permitiendo así la oxigenación urbanística de Girona.
Las murallas que se conservan actualmente y que permiten al visitante una vista tan singular de la ciudad de Girona, tienen su origen en dos periodos diferenciados: carolingio (S. XI) y bajo medieval (S. XIV-XV).